La cultura como eje transversal en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible
La Agenda 2030 reconoce el rol transversal que tiene la cultura como amplificadora de las políticas sociales, económicas y ambientales y de este modo, como vehículo hacia un desarrollo sostenible que no deje a nadie atrás.
La cultura es un fenómeno complejo y multidimensional, como lo evidencia la Declaración de México sobre las Políticas Culturales de 1982, que constituye un hito conceptual en esta dirección:
En su sentido más amplio, la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias, y da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. (Mundiacult, 1982, p. 1).
Como consecuencia, la cultura se reconoce como una herramienta para la transformación individual y social y, por ende, como mecanismo transversal para el abordaje de problemas relacionados con el desarrollo. De hecho, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2020) insta a:
Anclar la cultura en todas las políticas de desarrollo, ya conciernan a la educación, las ciencias, la comunicación, la salud, el medio ambiente o el turismo, y de sostener el desarrollo del sector cultural mediante industrias creativas: así, a la vez que contribuye a la reducción de la pobreza, la cultura constituye un instrumento de cohesión social.
Esta visión amplia de la cultura y el desarrollo se alinea con la que recoge la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Y aunque no existe un ODS específico dedicado a la cultura, sí existe dentro de la Agenda 2030 un reconocimiento transversal del rol que esta tiene como amplificadora de las políticas sociales, económicas y ambientales y de este modo, como vehículo hacia un desarrollo sostenible que no deje a nadie atrás. En este sentido, la introducción del documento hace ya una mención al respeto de la diversidad cultural, a la que se agregan las referencias a la cultura realizada en el marco de varios ODS.
La más destacada tiene lugar en el ODS 11 (Ciudades y comunidades sostenibles), el cual hace referencia al patrimonio cultural (meta 11.4). Se subraya así la asociación entre la cultura y las ciudades, representadas como espacios físicos y simbólicos, fundamentales para la conservación de aquellos bienes materiales e inmateriales que se ven amenazados por el cambio climático, los conflictos sociales y/o las desigualdades económicas. Respecto de este binomio cultura y ciudades, ya la UNESCO había realizado importantes avances en 2013, en el Congreso Situar la cultura en el centro de las políticas de desarrollo sostenible:
[…] reafirmamos el potencial de la cultura como motor de desarrollo sostenible, a través de las contribuciones específicas que puede hacer, como capital del conocimiento y sector de actividad, al desarrollo social, cultural y económico inclusivo, la armonía, la sostenibilidad ambiental, la paz y seguridad. (UNESCO, 2013, p.6).
Así también ocurrió en la Conferencia Hábitat III de 2016, en donde se adoptó la Nueva Agenda Urbana de las Naciones Unidas y que se constituye como la hoja de ruta para orientar el desarrollo urbano sostenible y transformar las ciudades del mundo en los próximos 20 años (UNESCO, 2020).
Por su parte, el ODS 4 (Educación de calidad), específicamente en su meta 4.7 propone que para 2030 todos los alumnos puedan adquirir los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la promoción de una cultura de paz y de la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al desarrollo.
Por otro lado, Hosagrafar (2017, p. 12) menciona que “el turismo cultural representa un 40% de los ingresos turísticos mundiales”, lo que tiene efectos positivos en materia laboral y económica. Desde este enfoque, la cultura puede relacionarse con los ODS 8 (Trabajo decente y crecimiento económico) y el ODS 12 (Producción y consumo responsables), específicamente en sus metas 8.9 y 12.b, que enlazan la promoción del turismo con el fortalecimiento de la cultura. Asimismo, la potencial contribución a estos ODS también puede llegar a través del impacto de la cultura sobre la promoción de industrias creativas.
Iberoamérica no es ajena a esta discusión y la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) está actualmente trabajando en la Estrategia de Cultura y Desarrollo Sostenible, a través de la cual se hace un ejercicio de transversalidad de la cultura dentro de las metas de la Agenda 2030, desde la perspectiva iberoamericana. Por otro lado, y en alianza con el Fondo para el Desarrollo de los pueblos indígenas de América Latina y El Caribe (FILAC), se trabaja en la creación de un Instituto Iberoamericano de Lenguas Indígenas cuyo objetivo es preservar y proteger el patrimonio que representan las lenguas indígenas que se hablan en América Latina, principalmente las que se encuentran en peligro de desaparecer.
Mayo de 2021
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Fuente: SEGIB a partir de Hosagrahar (2017), MUNDIACULT (1982), ONU (2015), UNESCO (2013) (2020) y de Agencias y Direcciones Generales de Cooperación.